Es ésta una historia que —como la humanidad— en un jardín comienza y —como la vida— con el Sol; entre fáusticos laberintos que evocan el destino de Teseo ante el Minotauro, y espejos como aquél en el cual descifró Perseo el reflejo de Medusa. Inicia, además, en un Palacio y con un monarca: Luis XIV, Le Roi Soleil de Francia.
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Dibujaron las cifras su vida, como en la hermética Cábala. No fue sucesor alguno al trono francés tan anhelado, pues lidiaron Ana de Austria y Luis XIII con 22 años de frustrados intentos por concebir uno. Pero al engendrar un vástago de azules ojos, heredó éste el Imperio Francés, habiendo dado apenas 4 vueltas al astro que adoptaría por insignia. Y serían habitados en el discurrir de 72 años, los pasadizos, recámaras y salones de Versalles, por vigilias y sueños, por palabras y secretos, entre los cuales fraguó el estratega sus guerras. Descubrió en su propio ajedrez que era la paz el barbecho mejor para esgrimir la siguiente batalla.
Había algo semejante hecho su ascendencia: la Dinastía Borbónica y la Casa de los Capeto, a los cuales su azul linaje perteneció. Y no fue cetro alguno tan longevo como el suyo: el rey con el más largo mandato de la Historia. Trascendió su célebre adagio "l'Ètat c'est moi", con el cual instauró el despotismo ilustrado, que vistió al absolutismo monárquico: un impopular estilo de gobierno al cual darían continuidad su bisnieto, Luis XV, y el sucesor de éste, Luis XVI, el último rey borbónico de Francia. Sufriría éste pública decapitación al lado de su esposa: María Antonieta de Austria. Cuando dejó el verdugo desplomarse la guillotina sobre sus cuellos, sucumbió en acto, el régimen monárquico de la Galia.
Marcaron estos hechos la Revolución Francesa, iniciada cuatro años atrás con la toma de La Bastilla, cuyos calabozos resguardaban para el 14 de julio de 1789, tan sólo 7 reos. Es posible que entre los testigos del público descuello en la Place de la Concorde (en aquel tiempo, Plaza de Luis XV) estuviera el futuro Emperador Napoleón Bonaparte, con quien retornaría la autocracia al gobierno franco: bien se dice que son las revoluciones promesas del cambio, para que permanezca todo igual.
De la Francia posrrevolucionaría daría literario testimonio Víctor Hugo en su obra Les Misérables (Los miserables), traspolada repetidamente y con éxito a otros géneros estéticos como el Teatro Musical, en tanto ha sido adaptada para las pantallas cinematográficas y televisivas en México (1973 y 2014)
(Os Miseráveis).
De Napoleón diremos que pasó de atestiguar el naufragio monárquico, a ser casi coronado por un Papa; que fue la campaña de su Grande Armée por Eurasia, saboteada como la Wehrmarcht hitleriana en la operación Barbarossa (1941), por el invierno ruso; que tomó por esposa a Josefina de Beauharnais; que fue tras su derrota desterrado dos veces, pues escapó de su primer exilio; y que falleció en tal condición en la isla italiana de Elba, acompañado por un sirviente quien, encomiado por sus adversarios, lentamente le envenenó, contaminando sus comidas con mínimas pero persistentes dosis de cianuro, según señalan las muestras de ADN conservadas aún en los restos de su cabello.
Y como suelen conducir todos nuestros senderos al arte, sea ésta la ocasión para presentarte la Galería del Tiempo, en la cual irás coleccionando, pictóricas joyas. Registro históricos.